martes, 11 de mayo de 2010

Quiero mi vida

La vida que llevo no es la que quiero vivir.

No sé en qué momento he sido plenamente consciente de esta verdad. Siempre la he tenido parcialmente presente, y ahora se está manifestando con más fuerza que nunca. Muchísimas circunstancias se han entremezclado hasta que la evidencia me ha explotado en la cara.

Por un lado, Periodismo no ha satisfecho mis expectativas. Es difícil no desmotivarse en una carrera en la que ponen, constantemente, cortapisas a tu creatividad. En clase me siento como una máquina de escribir automática que acabará siendo reemplazada por un ordenador más inteligente y eficaz, y que diseñará sin mucho esfuerzo noticias de estructura titular - lid - segundo párrafo - etcétera. Yo suponía -erróneamente- que los profesores nos motivarían y fomentarían nuestra curiosidad por aprender nuevas cosas, por estar informados y tener algún tipo de conciencia de los conflictos que hay en el mundo o de adónde estamos conduciendo el periodismo. Pero no. Se me acabarían los dedos de las manos -y los de los pies- si tuviera que contar las veces que nos han repetido lo mal que está el mercado de trabajo y lo que nos costará que nos publiquen un artículo en un suplemento dominical. Por las bocas de los profesores sólo veo salir frustración, además de un cierto deseo de que sus alumnos tropiecen y encuentren los mismos obstáculos que ellos no han sabido sortear. Por suerte -y aun a riesgo de ser considerada una persona prepotente- creo en mi talento y en mis capacidades, que no considero innatas, sino adquiridas con el tiempo. Y, también con el tiempo, he aprendido que nadie puede desarmar mis sueños ni desviarme de mis objetivos si yo no lo permito.

Me matriculé en esta carrera porque escribir me apasiona, me emociona, me provoca un excitante hormigueo en la cabeza cuando remuevo cada rincón de mis sesos buscando la palabra exacta y tardo minutos y hojas de diccionario en encontrarla. Ah, y aprender: aprender es el verbo que mueve mi vida. Cada día es para mí un aprendizaje: cada persona, cada dificultad, cada novedad... el periodismo -el de verdad, no el que se enseña en las universidades o, al menos, en la mía- permite a quien lo ejerce multiplicar la potencia de ese aprendizaje. Periodismo es viajar, comparar, sentir, sufrir, compartir y disfrutar.

Durante estos meses he aprendido que en la universidad no voy a aprender a ser la periodista y/o escritora que quiero ser. Quizá a alguien esas clases le sirvan, pero a mí no. Yo necesito movimiento, inquietud, curiosidad, emoción. Y eso no me lo están dando las aulas.

Por otra parte, he comprendido que no me beneficia en nada seguir ahogando mi naturaleza. Desde muy pequeña he querido practicar un concepto de libertad que no coincide con el de la mayoría de la gente; sin embargo, hasta hace poco -de hecho, unos días- pensaba que todo ello era utópico. Cuando pensaba en desestabilizar mi vida y vivirla como realmente quería hacerlo pensaba en mis padres, en sus más que probables críticas y desaprobaciones. Además, la ausencia de modelos que me demostraran que tal modo de vida era viable me hacía abandonar mis deseos cuando todavía estaban en un nivel primario de confección.

Ahora he constatado que hay quien ha tenido el valor -quizá para ellos no suponga valor; para mí lo supone, desde luego- de desarrollar una libertad que no la da sino la naturaleza, el aire, la desnudez... Y comprendo que mi vida es mía, no de mis padres: mi vida es mía, y hay un cartel pegado en mi habitación que lo grita en naranja y verde fosforito.

Y sin embargo, me falta el valor de cargar con la incertidumbre que conlleva esa vida que, a pesar de todo, viaja siempre conmigo, a mi derecha, y que está esperando que la elija y la ponga a rodar.

No quiero pensarlo, pero últimamente todo esto acude a mi mente sin dejarme descansar entre dilema y dilema. Sin connotaciones religiosas: yo creo que, tras el velo de la muerte, continúa nuestra existencia. De forma etérea, enérgica, incorpórea o fantasmal, no sé. Pero a veces, y haciendo honor a mi naturaleza contradictoria e inconsistente, me oprime la angustia de saber que es muy fácil desaprovechar los años que se despliegan ante mí y de no contar con un segundo intento en el que supere mi cobardía y me lance a la aventura.

La imagen de la vida que quiero es muy íntima y personal. Como las creencias, es algo con lo que no me gusta que la gente juegue o bromee. Mi vida ideal engloba muchas cosas, pero podría resumirse en las mismas que, para mí, constituyen la esencia del periodismo: escritura y aprendizaje. Yo quiero esa vida, quiero esa vida, quiero esa vida... quiero mi vida, y quizá sólo sea cuestión de tiempo que me atreva a inaugurarla.

3 comentarios:

  1. Es increíble lo identificado que me siento con todo lo que has escrito. Yo he iniciado mis investigaciones y, por gente que conozco, ya he descubierto que en Periodismo en Madrid o Barcelona les enseñan lo mismo que a nosotros: a tropezar y no levantarse.

    Es triste, muy triste. Tendremos que encontrar nuestro camino en este mundo que nos apasiona de manera individual, tendremos que descubrir el mundo, y a nosotros mismos, a nuestra manera.

    Y ojalá podamos volver algún día a las aulas, no como alumnos, sino como periodistas, para poder decirles: ¿Quereis dedicaros a esto? Pues largaos de estas cuatro paredes, lanzaos a descubrir el mundo, huid de esta escuela de fracasos. Periodismo no se enseña, SE VIVE.

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  2. irene, eres una "artista", levántate que tú lo sabes hacer mejor que nadie!!!!

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  3. Tu comentario me ha dejado sin palabras...
    ¡Ha sido tan profundo!
    Pero me decepciona pensar que la carrera de periodismo es asi... pues me gustaria tanto hacer esa carrera y conseguir ganarme la vida siendo periodista. :S

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