domingo, 28 de febrero de 2010

La proximidad de la muerte

Hay algo que siempre me ha inquietado, y es el hecho de saber que, a lo largo de nuestra vida, vivimos una y otra vez el día en el que, dentro de X años, moriremos.

¿Cómo sería nuestra vida si supiéramos qué día es ése en el que vamos a morir? ¿Celebraríamos los años que nos quedan, sería una especie de cumpleaños al revés? ¿O seguiríamos contando los que nos separan del día en que nacimos?

Muchas veces parece que olvidamos que vamos a morir. Nos sorprendemos esperando a que pase algo bueno. El sofá es muy cómodo para esperar, pero a mí sólo me gusta esperar en el dentista y en la cola del pasaporte.

Sí: casi media humanidad olvida que va a morir, y casi la otra media teme a la muerte. Los primeros son los que buscan desesperadamente la felicidad, como si la tuvieran lejos, como si ellos mismos fueran jugadores de un tablero y los dados nunca les otorgaran el número deseado. Los segundos malgastan su vida eludiendo lo inevitable, sumergiéndose parcialmente en una idea difusa de inmortalidad y sospecha.

Podría decirse que yo me identifico más con el primer grupo. A veces descubro que aguardo a que suceda algo. Pienso un poco, y descubro qué es: que alguien a quien aprecio me pida perdón, que vuelva la primavera con su brillo y su aroma a mar, que se acabe ya este domingo aburrido e improductivo.

¿No te das cuenta de que cada segundo que pasa es otro segundo que te acerca a la tumba?

No esperemos más. Debemos actuar: no podemos saber si ése era el momento idóneo para hacer lo que quisimos hacer, o lo que se nos ocurrió hacer. Puede que nunca más tengamos la oportunidad. No nacimos con un número limitado de errores por cometer. Contemplemos el panorama con perspectiva: lo que ahora nos parece grave y trascendental será insignificante dentro de unos años. Actuemos.

La muerte es lo que da sentido a la vida. ¿Aceptarías la tentación de la inmortalidad? Todo el tiempo del mundo para usarlo como quieras. Aunque yo pienso que, si enlazáramos miles de años, los desaprovecharíamos más que los setenta u ochenta que vienen en el contrato. Puede que no estuviera mal que, en ese mismo contrato, se especificara la fecha exacta de nuestra muerte. Muchos nos espabilaríamos y dejaríamos de postergar la verdadera acción.

1 comentario:

  1. Uff... calla, saber cuando vamos a morir es muy absurdo... la vida dejaría de tener esa chispita de incertidumbre! Lo mejor es no esperar la muerte, y vivir sin buscar esa felicidad de la que todo el mundo habla (y que nadie ha visto, por cierto). Y así, sin darnos cuenta, nos iríamos cada noche contentos a la cama y expectantes por saber qué sucederá mañana! (quizás muramos, quizás no, y quizás vivamos)

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