martes, 8 de junio de 2010

Estoy emocionada

¿Y si TODO el control de nuestra propia vida residiera en nuestra propia mente?

Llevo días pensando intensamente en esto, aunque el germen de la pregunta lo planté hace ya meses. La humanidad ha pasado siglos creyendo que el mundo exterior tenía el poder de alterar su estado de ánimo y su conciencia. Una palabra fuera de tono dicha por el tendero de la esquina puede amargarnos el día. El típico comentario inocente de la tía abuela segunda del pueblo, “eres igual que tu madre”, puede condicionar toda nuestra vida. El sol despierta nuestra euforia e hiperactividad; las nubes nos apagan el color de las mejillas.

Hemos aprendido a vivir así desde pequeños: pendientes del medio y del resto de la gente. Pero todo eso está fuera de nosotros: nuestro cuerpo y nuestra mente nos pertenecen únicamente a nosotros, así que ¿por qué no manejarlos a nuestro antojo? ¿Por qué no moldear nuestro cerebro igual que podemos moldear nuestras piernas, y viceversa?

Me temo que esto va a ser algo inconexo. Sólo lo aviso.

Los mejores médicos aconsejan a los enfermos de cáncer que mantengan una actitud positiva frente a la enfermedad. Esa advertencia no es gratuita: el cerebro humano no sabe distinguir la realidad de la ficción, y si le decimos que estamos bien, sanos y optimistas, esa convicción se trasladará a todas las células de nuestro cuerpo mediante los intrincados mecanismos de la mente. Por eso las personas negativas, que se anulan a sí mismas mediante “no puedos” y “esto es imposible”, permanecen en el círculo vicioso de la queja y la “mala suerte” hasta que rompen con esa dinámica por alguna razón.

Ya que, como he descubierto, es fácil y factible engañar al cerebro haciéndole creer cosas que –de momento- no son ciertas o no se han materializado, ¿por qué no probar esto en cualquier campo de mi vida? La práctica es complicadilla al principio, pero si se persevera y se cree en la técnica y en los futuros resultados, todo comienza a fluir. Simplemente las expectativas de mayor bienestar y autorrealización me llenan de energía y positividad, y muchas veces no sé cómo canalizar estas sensaciones –finalmente acabo dando saltos por mi casa y cantando canciones del verano del año 2000-.

El cerebro es el órgano al que mayor utilidad podemos darle y, sin embargo, apenas lo utilizamos: sólo aprovechamos un 10% de su capacidad y, encima, el 93% de ese pequeño porcentaje es inconsciente. Nuestra vida se rige por pautas y comportamientos aprendidos hace muchísimo tiempo, en la más tierna infancia, y son esas directrices las que seguimos una y otra vez. Nos tropezamos, nos caemos, pero no aprendemos: simplemente repetimos y repetimos. Estamos a merced de lo que pasa fuera de nosotros: del tiempo meteorológico, de la reacción de otras personas, de la felicidad o la amargura de conocidos a los que, quizá, ni siquiera conocemos tanto. Pero es en nuestro interior donde guardamos todas las herramientas que existen para ser felices y para gestionar absolutamente todo lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que pensamos y lo que decidimos hacer con nuestra vida, con nuestro cuerpo y con nuestra mente.

En el libro “Controle su destino” –que os recomiendo-, del asesor y conferenciante experto en Programación Neuro-Lingüística Anthony Robbins, leí algo así como que las personas que obtienen el éxito en lo que desean son las que se atreven a romper límites y experimentar más allá de lo que otros han experimentado. ¿Acaso nunca nadie ha intentado desanimarnos haciéndonos creer que no podíamos hacer algo simplemente porque él no lo había conseguido antes? Pues esto es lo mismo. Continuamente escuchamos mensajes que contienen la palabra “imposible” o “locura”, y nuestro inconsciente se los traga cuales verdades incuestionables. Mis padres me han comentado varias veces que, si cuando eran pequeños les hubieran dicho que a los 40 años podrían conectarse al instante con el habitante más escondido de las antípodas, no se lo habrían creído. Si alguien hubiera osado predecir que en el siglo XIX íbamos a acceder a lo que quisiéramos a través de una pantalla llena de colorines y símbolos, lo más probable es que le hubiesen dicho que eso era imposible y que estaba loco.

Vale, entonces yo estoy loca por pensar que la mente, ese instrumento tan eficaz y poderoso que utilizamos como mero relleno craneal, puede controlar cualquier cosa que nos incumba directamente a nosotros mismos. Sólo os digo que, tarde o temprano, los científicos empezarán a darse cuenta –algunos ya lo están haciendo- del enorme potencial que tenemos los seres humanos metido en la cabeza. Es una leyenda urbana que quienes le practicaron la autopsia a Einstein descubrieron que su cerebro pesaba más: lo que sí es cierto es que estaba atrofiado y replegado en sí mismo. ¿Puede que de utilizarlo tanto? Yo creo que sí. Así que espero que en mi autopsia, y en la de todos vosotros, los forenses se queden con la boca abierta cuando nos abran la cabeza y huelan a podrido –digo yo que así es como debe de oler un cerebro sometido a una explotación constante-.

El tema de la mente es fascinante. La neurociencia está averiguando cosas asombrosas sobre el poder del cerebro que, lamentablemente, no llegan al público masivo. Todos podemos vivir mejor sabiendo cómo funciona nuestro cerebro: el problema es que nadie nos explica cómo sacarle el máximo rendimiento. Queda mucho por investigar, claro está: pero el conocimiento de lo que ya se sabe está en manos de una pequeña parte de la humanidad y esto, en mi opinión, es penoso. Y, en cierto sentido, también es triste que la mayoría de la gente que descubre esta amplia y poderosa faceta de la raza humana lo haga tras atravesar por momentos de crisis, como enfermedades o dudas muy profundas sobre el sentido de su vida. Y digo que esto es triste sólo en cierto sentido porque pienso que, en muchas ocasiones, captar la esencia de todo esto requiere de un proceso que sólo puede ser vivido en primera persona, nunca por boca de otros.

La verdad es que ahora una gran cantidad de asuntos me parecen absurdos en comparación con la exploración del cerebro humano. Me apetece seguir profundizando en este tema, quiero saber, conocer, explotar esa máquina que rige mi vida aunque la mayoría del tiempo no sea consciente. Ya está bien de utilizarlo como mero mensajero de alertas y creencias sabidas, resabidas y obsoletas. ¡A explorarme se ha dicho!

3 comentarios:

  1. Yo voy a sacar un 10 en todos los exámenes, estoy segura! =)
    (voy a intentar creérmelo)
    GRAN ENTRADA!

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  2. Interesante entrada. Realmente, creo que somos algo vagos como para poder controlar nuestra mente y moldear nuestros estádos de ánimo a nuestro antojo. Preferimos extrapolar las causas de nuestros fracasos, es más cómodo. Todos lo hacemos. Es algo parecido a lo que exponía Camus en "El mito de Sísifo" de donde tomé el motivo para mi reciente blog. Sísifo asciende cada día la montaña con la piedra pero cada día vuelve a caer y así eternamente, igual que Prometeo. La clave está en ver a Sísifo feliz en lo que hace, sin preocupaciones; ver la felicidad en el momento en que ha llegado a la cima, aunque inexorablemente luego vuelva a caer.

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  3. Yo llevo unas semanas dándole mucha bola en mi mente a todo este tema.

    1. La religión es la forma en la cual el hombre ha materializado esto que dices. Se trata de una creencia (hay un dios todopoderoso y YO soy su elegido, o la existencia de vida después de la muerte, y tantas otras) que, al no poderse demostrar su falsedad (tampoco su verosimilitud, claro), una vez creída proporciona paz y confort al ser humano. Igualmente, el uso de este poder de la religión, logró imponer consignas negativas también (Dios te va a castigar, haz lo que te digo o irás al infierno).
    Ahora, mediante la ciencia podemos ir conociéndonos mejor poco a poco. Quizás, sólo ahora, estemos empezando a poder unir los dos mundos. Eso es algo que como tú dices en tu título, me emociona. Profundamente.

    2. Ya me parecía a mí que era todo muy PNLístico. He hecho un introductorio de PNL, y me gustaría hacer el practitioner. Es muy interesante. Y sí, me pasa lo siguiente: me cuesta entregarme en un estudio que no sea el del ser humano, el del cerebro humano. Es como si todo lo demás me supiera a poco. Como si fueran casos particulares de un problema mayor. Y como ingeniero que soy, quiero resolver :)

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