martes, 23 de marzo de 2010

Ara que tinc 20 anys

Cada vez que he cumplido años alguien me ha hecho la pregunta obligada: "¿Cómo te sientes con X años?". Normalmente he respondido lo mismo: "Igual que con X años -insértese la edad que se tenía un día antes-".

En esta ocasión ha sido distinto. La verdad es que he vuelto a responder lo mismo, pero más por costumbre que otra cosa. Cuando esas palabras, repetidas por enésima vez a lo largo de los años, salen ahora de mi boca, me dejan un regusto amargo. Siento que engaño a quien las escucha. Automáticamente valoro mi estado y me noto incómoda, tensa. No, es evidente que no me veo igual con 19 que con 20 años.

En mi vida, como en la de cualquiera, ha habido diferentes etapas. De la que precede a mis 10 años apenas guardo recuerdos. Tengo algún que otro claro abierto: recuerdo un verano, en el pueblo de mis abuelos, con un primo algo mayor que yo. Yo debía de tener unos seis o siete años. Los mayores comían paella y nosotros nos aburríamos, así que decidimos decirles que nos íbamos a jugar a la calle y, en lugar de eso, escapamos hacia la piscina del pueblo como alma que lleva el diablo. No sé si nos colamos o pagamos la entrada con dinero mangado de la cartera de nuestros padres, pero allí estábamos. Fue divertido hasta que una horda de familiares enfurecidos entró al recinto y nos sacó a rastras del agua. Nos ganamos una buena reprimenda.

Sin duda, los mejores recuerdos de esa época son los relativos a los primeros años de colegio, en párvulos. Jugando a los Power Rangers en el recreo y transcribiendo canciones de Nino Bravo para luego enseñárselas a mis compañeros y cantarlas juntos. Recogiendo envases vacíos y papel de plata arrugado en el patio para simular herramientas de cirugía y jugar a los médicos en mi casa. Los primeros años de primaria también fueron entrañables; luego la cosa degeneró un poco.

A partir de los 10 años inicié, sin saberlo, una nueva etapa de mi vida que, si hace un par de años la concebía como mi condición permanente e inmutable, ahora la entiendo como una transición de la que estoy acabando de escapar. Y digo escapar porque estos 10 años no han sido, precisamente, un camino de rosas. Los podría resumir en una frase: si hubiera sabido de antemano todo lo que iba a tener que afrontar en casi una década, seguramente me habría suicidado. Qué fuerte. Ahora, muchos de lo que entonces eran para mí problemas me parecen tonterías de adolescente. Claro que esto es así porque los recursos con los que cuento ahora multiplican por 1000 los que tenía entonces.

A los 18 años, casi a punto de cumplir 19, me desvié totalmente del camino que tanto esfuerzo me había costado trazar y abrí, conscientemente esta vez, una nueva etapa. Creo que acierto si digo que fue ese 5 de enero cuando empecé a vivir. Aunque entonces no me lo pareciera, fue el mejor regalo de Reyes que me han hecho, y que me harán. Debería cambiar mi cumpleaños de día.

Sea como sea, haya sido como haya sido, vista mi vida desde mis 20 años, no cambiaría nada. Si cuando tenía 12 años hubiera tenido la oportunidad de verme tal y como soy ahora, habría puesto la mano en el fuego por que ésa no podía ser yo. Si retrocediera en el tiempo y le dijera a esa adolescente todo lo que ahora pienso, lo que ahora sé, lo que ahora valoro, estoy segura de que me habría tomado por una loca suplantapersonas. Además de que no habría entendido nada de lo que me hubiera dicho.

Siento que con 20 años empieza otra etapa diferente. Es en ésta en la que conseguiré dejar atrás la anterior. La cerraré con candado y tiraré la llave, aunque guardaré mi propio baúl de los recuerdos para no olvidar todo lo que me ha ayudado a ser quien soy hoy.

Nunca he hecho balance de mi vida anterior a una edad. Pero es que ésta no es una edad corriente. Es la edad que inaugura un ciclo nuevo, misterioso y rebosante de recovecos que investigar. Tengo ganas de seguir digievolucionando. De seguir creando mi propia vida, de ser actriz en lugar de espectadora. He aprendido algo apasionante en este último año, y es que yo tengo el poder de mi vida. Yo puedo decidir si estoy contenta o triste, si actúo u observo, si me conformo o busco algo más. Que no te confundan: no estás a merced de nadie. No es la lluvia lo que te pone de mal humor, es tu percepción de la lluvia lo que te enfurruña. Y como dicen en Lost, "¿no puedes, o no quieres?".

Bah. Me parece que me he ido un poco por las ramas. Como he dicho, no estoy habituada a los balances, ni a los propósitos de Año Nuevo, ni a los deseos de prosperidad. Sólo quería aclararme un poco, porque pienso que los 20 me han sentado de tal forma que... no sé, tengo sensaciones que nunca había experimentado. Me siento bien, en calma. En paz.

1 comentario:

  1. ME HA ENCANTADO, DE VERDAD. ES GENIAL!!! CREO QUE ME HE EMOCIONADO Y TODO!! REALMENTE FANTÁSTICO!! ENHORABUENA!!!

    Y es que creo que te entiendo bastante, acabo de cumplir los 19, y siento que ya no es lo mismo, ha sido diferente cuando me he parado a pensar... con 20 supongo que será más fuerte aún!! Las cosas van cambiando!


    Y muy gracioso lo de los power Rangers... creó que nos marcaron a todos... xDDD

    ResponderEliminar